lunes, 26 de abril de 2010

Lamento de negros

Eran unos negros “pobres”

“pobres” de memoria

preparando el fandango

para los “ricos” negros.

Preparándoles un banquete

para escuchar sus consejos.

Pues los suyos los olvidaron

en aquel triste momento

que dejaron de escuchar

la palabra de los más viejos.

Eran unos negros “pobres”

de memoria y mirar ciego

porque solo querían mirarse

en los pobres “ricos” negros.

domingo, 14 de marzo de 2010

Suele pasar

Qué difícil es constatar
que donde quieres estar no debes
y donde debes estar no quieres.





Carretera

Puntos, puntos blancos
en la carretera:
¿hacia dónde vamos?
¿a dónde me llevan?
A mí no me gusta el invierno
prefiero la primavera.
El cuerpo descubierto
a las gruesas franelas.
Puntos, puntos blancos
en la carretera:
llévenme pa´ mi Costa
llévenme pa´ mi tierra.
¡Quiero sentir su calor!
¡Quiero mirar sus palmeras!

lunes, 8 de marzo de 2010

Luz en el corazón

Andrea Revueltas, luz en el corazón
Rafael Vargas

Proceso/1739

20 falleció, a los 71 años de edad, Andrea Revueltas, profesora e investigadora universitaria de larga trayectoria cuyo principal campo de estudio fue la política y la cultura mexicanas.
Tenemos una marcada proclividad a referirnos a las mujeres por el parentesco o relación que guardan con un hombre. Son las esposas, hijas, amantes, hermanas o madres “de”. Todavía solemos llamarlas así cuando se les presenta ante otra persona. Es en parte comprensible porque históricamente las mujeres estuvieron sujetas a una abrumadora dependencia económica, social y política –hay que recordar que el derecho al voto sólo les fue reconocido tardíamente, a fuerza de una impresionante lucha–, pero en nuestro tiempo esta inercia verbal se vuelve cada vez más chocante, porque es obvio que el valor de una mujer no se ciñe a tales relaciones ni su vida se define por ellas.Lo anterior porque, al comenzar este texto sobre Andrea Revueltas, pareciera que la enorme figura del gran narrador y luchador político José Revueltas abarcara a su hija mayor y la disminuyera, aunque nada habría sido más ajeno a su ánimo –ni nada podría ser más injusto.Andrea Revueltas Peralta, al igual que su madre, Olivia, era una mujer que, como reza el lugar común, brillaba con luz propia e iluminaba a quienes tenían la fortuna de acercarse a ella.Así lo constatamos sus muchos amigos, y sin duda gran parte de las innumerables personas que fueron sus alumnos, puesto que Andrea se prodigó en la docencia durante casi medio siglo. Comenzó a dar clases de español a nivel medio superior en 1964, y al final de su vida estaba a punto de ser honrada por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) como Maestra Distinguida, calidad equivalente a la de Maestro Emérito en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).Después de dar clases en la Escuela Nacional de Antropología e Historia y en las facultades de Filosofía y de Ciencias Políticas de la UNAM, Andrea Revueltas contribuyó con su trabajo a consolidar la División de Ciencias Sociales y Humanidades de la UAM, en cuyo Departamento de Política y Cultura hizo investigación, dirigió tesis y dio clases por más de 30 años.Con dos maestrías, una en sociología urbana por la Universidad de Nanterre y otra en filosofía por la Universidad de Vincennes, más un doctorado en ciencias políticas por la propia Vincennes (obtenida con una tesis sobre el Estado mexicano moderno), Andrea Revueltas aplicó su inteligencia a tres líneas de investigación: el estudio del Estado mexicano; el de la cultura y el sistema políticos de México, y el análisis del pensamiento político crítico en el siglo XX.Empeñar su vida en tales afanes evidencia el consejo que su padre debe haberle dado en repetidas ocasiones y que expresó por escrito por lo menos en la carta que le envió desde México a Francia el 12 de enero de 1972:“Tu mamá me informó por teléfono que te habían aceptado la licenciatura en Vincennes, lo que por ende te permitirá realizar ahí mismo la maestría. No te dejes llevar de la tentación de volver a México. Este país necesita de gente que sepa disparar las armas de la crítica, de lo contrario se lo llevará el carajo.”La educación es una parte de la lucha política tan importante como la participación directa, y desde ese terreno Andrea Revueltas luchó de manera incansable. Desafortunadamente, el trabajo académico tarda en llegar a los lectores no especializados, pues hay un grave desfase entre la realización intramuros y la circulación de la investigación universitaria. Para divulgar su trabajo, valorarlo y aprovecharlo cabalmente, habrá que recoger ahora en varios volúmenes los muchos informados y rigurosos ensayos que ella escribió acerca de temas como “Cultura política: El uso de las emociones para conservar el poder”; “Las transformaciones del Estado y sus repercusiones sobre la identidad nacional”; “Modernidad y mundialidad”; “Modernidad y tradición en el imaginario político mexicano”; “El Tratado de Libre Comercio de América del Norte y la integración México-Estados Unidos”, “Globalización y regionalización: el caso de México”.Sin duda porque ella misma advertía cuán poca disponibilidad editorial suelen tener las obras que contienen ideas críticas, la otra parte prominente de su trabajo fue la organización y difusión de la vasta obra de su padre, en especial de su obra teórica y política, que prácticamente no existiría si no fuese por la devoción con que ella y su esposo, el escritor francés Philippe Cheron, se dedicaron a editarla en el curso de una década.Es admirable el trabajo de edición –en el mejor y más rico sentido del término, que implica un esfuerzo de comprensión, investigación y ordenamiento, no la mera compilación de materiales– que hicieron. (Y Philippe Cheron, además, se ha esforzado por dar a conocer la obra de Revueltas en francés, tanto traduciéndola como escribiendo sobre ella.)Gracias a la concienzuda labor de ambos, contamos con los 26 espléndidos volúmenes que forman las Obras completas de José Revueltas impresas por ediciones Era, que tantas cosas pueden decirnos a los mexicanos en los días que corren.En estos días, precisamente, se hacen pertinentes las palabras de Carlos Liebknecht que José Revueltas le recuerda a su hija Andrea –a quien en su correspondencia siempre trata como su igual, su confidente– en una de las últimas cartas que le envió desde Lecumberri: “sé fuerte siempre, con la mayor cantidad de luz en el corazón.”Esas palabras rigieron la vida de Andrea Revueltas.

jueves, 11 de febrero de 2010

El regalo

Sombras que sólo yo veo
Me escoltan mis mis dos abuelos
Nicolás Guillén
.


Era la noche del 28 de junio de 2009, como a las once y tanto, yo escogía el huipil que usaría para la exposición de mi tesis de licenciatura, el día siguiente a las nueve de la mañana.
Mi madre, tan previsora como siempre, bajaba para cerciorarse que su niña de treinta y tantos años, luciera un traje adecuado a la ocasión, propio de un examen profesional, propio de una familia afroindia que ha sufrido y luchado tanto en este país para poder merecer.
Desaprobó totalmente, como era de esperarse, el que yo quisiera usar un huipil, me ofreció algunas blusas suyas “más dignas” para el formal acto, de los zapatos no se preocupaba, con que no fueran los huaraches de siempre ya se daba por bien servida, todavía ofreció un huipil amuzgo de ella, más caro y mejor cuidado que cualquiera de los míos.
-A tu padre, no le va a gustar que vayas vestida así, ya sabes que la presentación para él es muy importante.
- Lo más importante es que mi cerebro esté bien para que yo pueda exponer, responder a las preguntas y aprobar mi examen, después me compras todos los vestidos que quieras.
-Le respondí, algo impaciente. Antes de irse me entregó un regalo:
-te las manda tu papá para que las uses mañana, es un diseño que mandó a hacer especialmente para ti.
-Diciendo esto, se fue a dormir, esperando a que cambiara de opinión respecto a mi vestuario.
Mi padre, es un hombre que no acostumbra rogar en lo absoluto, es un Alvarado y los Alvarado de Azoyú son muy orgullosos, por eso él no me entregaría personalmente el regalo para intentarme persuadir a cerca de mis huipiles.
Pero su regalo, me llevó a reflexionar un poco más, sobre el tema de tesis que expondría al siguiente día: el cimarronaje contemporáneo en la Costa Chica de Guerrero a partir de la historia oral de vida de mi padre (1947-2007).
Ya hace tiempo que sustituí el uso de joyería en oro y plata por el de los caracoles y algunas otras conchas marinas, este hábito creció más sobre todo cuando estuve lejos de la Costa, los caracoles me recordaban el mar, la brisa, el calor, las palmeras, olores, sabores, sonidos, imágines propias del lugar al que pertenezco, cuando me sentía frastera en un lugar distinto, los caracoles me reafirmaban, me recordaban quién era y de dónde venía.
Mi padre, sabía de mi preferencia por los objetos marinos y en lugar de ofrecerme alguno de sus diseños en plata y oro con piedras brillantes y preciosas, eligió perlas marinas, para mi cuello y los lóbulos de mis orejas, unas perlas menuditas, propias de mi cuerpo y el tamaño de mi cara, perlas que usan las mujeres elegantes, de gustos refinados, perlas que usan las mujeres bellas: rubias, ricas y blancas que se pasean como turistas de tienda en tienda, por la avenida principal del puerto.
Perlas casi blancas adornando mi piel morena, mi piel de color chilate, perlas para mi cara casi negra, casi amarilla, casi blanca, según la piedad del sol, según mi fidelidad a la comida vegetariana. Perlas pues, mi padre me da mis primeras perlas y en ellas van 62 años de trabajo, de lucha, de búsqueda, 62 años llenos de ilusiones, de proyectos, de logros, de decepciones y de esperanzas de mi madre y mi padre juntos, en estas perlas se encuentra registrada la historia de ellos, la historia de los abuelos y los abuelos de sus abuelos, los que tal vez buscaron perlas por iniciativa propia y después por orden del conquistador, no lo puedo asegurar del todo, ignoramos tanto de nuestra propia historia, pero un poco o un mucho de ella se queda en nuestros genes, en todas esas cosas creadas por nuestros antepasados, que al paso del tiempo nos van legando y apropiamos aunque no siempre sepamos de dónde provienen.
Miré las perlas, pensé en los ruegos de mi madre:
-es una ocasión especial, por favor vístete bien, de acuerdo al momento.
- Pensé en los ruegos de mis hijos:
-¿por qué eres así mamá? tú y tus ideas locas, ¡hazle caso a mi abuelita!
Recordé esa ocasión, en que tuve que aceptar la fiesta de 15 años aún en contra de mi voluntad, para que mis padres se dieran gusto echando la casa por la ventana, invitando a los amigos más queridos, a los parientes más lejanos que viven en la Costa Chica y Grande de Guerrero, que no vemos todos los días, para hacer y comer la barbacoa de res, el fuandango de afroindios y recrear la cultura de los antepasados, con todas las influencias presentes en esa casa-palenque que poco a poco han construido. Me sentí otra vez como el cordero o el guerrero sacrificado para agradar a los dioses y recibir sus bondades…
Pero no, no del todo…
Encontré un vestido que la hermana de mi madre me trajo en una de sus visitas a la virgen de Juquila, un vestido de manta con unos girasoles bordados en amarillo y azul, mis zapatillas modestas y ligeramente doradas… todo lo demás que yo quería, estaba en mi tesis: la historia de una familia afroindia, de la Costa de Guerrero que encuentra en la migración, el cimarronaje contemporáneo, una forma de conseguir la autonomía, su derecho a elegir ser aunque para eso tenga que disfrazarse de lo que los otros quieren que sea, (de cualquier modo, todo lo demás sobrevive mientras sobreviva el cimarrón y sus descendientes, recreando la cultura en sus pequeños palenques…), las palabras de mis amigas y amigos, mis maestras y maestros de la Costa, las personas que amo, el nosotros a partir del yo, o el yo a partir del nosotros. La palabra, ya no solo oral sino también escrita.
Me disfracé pues de lo que mis padres querían, hice lo que mis padres o más bien lo que el sistema del opresor quería: retorné por cuarta vez a la universidad para concluir al fin una licenciatura en calidad de madre soltera, desempleada y sin ningún peso en la bolsa, pero al final, al final del camino, hablé, hablamos, mediante una tesis después de largos años de silencio, brillé, brillamos, después de tener que ser solo oscuridad, no con luz propia sino con la luz de los ancestros.
Al siguiente día, ese día de la exposición tan esperado, decidimos salir de las sombras, muy temprano, unos minutos antes del sol, mis padres, mis hijos, todos los seres que amo y he amado en mi corazón, los que nos han amado a través de los tiempos aún sin conocernos.
¿Y las perlas? Las perlas, menuditas, decorando cada extremo de mi rostro y descansando…como el mar en la arena, alrededor de mi cuello.

miércoles, 13 de enero de 2010

Música para el alma


El hecho de que no puedas ver algo
no significa que no esté ahí
Pequeños guerreros.

Lo tenía en mi cabeza y en mi corazón, eso es lo bueno de la música,
nadie te puede quitar eso, hay algo dentro de ti
que no pueden alcanzar, que no pueden tocar.
Sueño de fuga.



En estos días grises de enero, Nanda, se levanta a veces de mal humor, difícilmente regala alguna palabra, está de malas y punto. Tal vez al despertar no encontró la cocina tan limpia como la dejó al irse a descansar la noche anterior, tal vez tuvo un mal sueño en el que alguno de sus parientes queridos está en problemas. Y cierto o no, con eso tuvo para ser invadida por la angustia, la impotencia y por lo tanto, la muina.
Así que anda por ahí, limpiando de un lado a otro con su huipil amuzgo, la cara seria, pensativa, sensible, anda que no la calienta ni el sol, menos si amaneció nublado.
Nanda no conoce marido, es un angelito que ya pasa de los 30 y así parece que se irá al cielo. Admira mucho a las mujeres que ya tienen hijos, pero también dice que un niño es mucho trabajo. Si lo sabrá ella, que tuvo que cuidar a su hermana recién nacida cuando su madre murió en el parto. Entonces tenía Nanda 16 años y asegura que perder a su madre es uno de los dolores más grandes que ha tenido en la vida, quien tiene a su madre y su padre es una persona de mucho valor, de fuerza, es una persona rica, rica.

Ya está oscureciendo y mientras yo estoy por terminar de echar afuera las telarañas de mi estudio, sacudiendo el polvo de todo el año en compañía de Molotov y El gran silencio, Nanda, desde su cuarto, recostada en la cama dice unas cuantas palabras:

-¡Paso las canoas!
-¿Qué dijiste Nanda?
-Por favor, pon Paso las canoas, tú dijiste antes tienes Paso las canoas, solo ese.
-Ah los Donnys, sí espérame tantito.

Me apuro a complacerla con la melodía solicitada.

-¡Sí, esa mero!

La escucha con nostalgia, en seguida pregunta, solicitando otra rola:

-Sombra negra, ¿tienes Sombra negra?
- Sí

Respondo, cuando ya comienzo a sentirme como rocola, cuando ya comienzo a sentirme amenazada por el tema de ese bolero costeño clásico cuyo autor y cantante no puedo asegurar su identidad, pero la voz es la de siempre, dolorosa, desgarradora: el despecho, el resentimiento, el odio, la culpa… a los dioses gracias, que no son sanos sentimientos para el alma, ni un buen augurio para iniciar el año.
No obstante, hago un esfuerzo y complazco al angelito amuzgo. Irónicamente un bolero que a mí me hace temblar a ella la pone contenta, le recuerda a Zacualpan, su casa, su familia…
Pero no todo termina ahí, ya encanchada me pregunta si no tengo música del grupo Kumbala ese que mienta con nostalgia Adulfo Carmona (la berenjena) en una de sus canciones de lo que alguna vez fue el Dueto huehueteco compuesto por él y Gabino García:

-ese sí música buena, yo tengo caja de puro cassette, ese Kumbala, yo pongo allá en mi casa solita.
-No, ahí si te voy a quedar mal que del Kumbala no tengo nada, Nanda pero tú no bailas.
-Aquí cues, pero allá en Zacualpan sí.

Entonces recuerda otra cumbia buena para bailar:

-¡Carolina!, ¿tienes voy Carolina?
-Ah, el Mar Azul
-¡Ándale! esa está buena.

Pero antes de llegar a la famosa cumbia del Original Mar Azul, se atraviesa otra del mismo grupo que me pide dejar escuchar primero:

-déjala primero esa Pajarito bobo, esa está buena pa´ bailar.

Nanda está sentada, escuchando música, su rostro es distinto, ahora sonríe, platica, recuerda, mueve sus manos y otra vez llueven las preguntas:

-¿por qué si tú tienes música de Costa Chica, no pones tú, yo no escucho que tú pones toros los días?
-Si la escucho, pero a veces esa música me pone triste, me hace sentir tanta nostalgia que luego quiero salir corriendo para allá y en este momento tengo que estar aquí, sacudiendo ¿entiendes? -¿Te gustan mucho los corridos Nanda?
-Nomás Paso las canoas y Tino Rodríguez.
-¿Te gustan otros boleros además de Sombra Negra?
-Poco, más cumbia, música pa´bailar, esa me gusta, esa si está buena.

Nanda habla y entiende poco español, hay que hablarle despacio, explicarle para que entienda y no haya confusiones, siendo de personalidad tan sensible, la cosa se complica. Pero yo creo que a ella le pasa lo que a cualquier otro costeño con canciones en inglés, portugués u otros idiomas cuyo contenido no entendemos pero nos dejamos guiar por la melodía, por su ritmo y magia.
Porque no solo las palabras son el único medio de comunicación humana. Al oído amuzgo de Nanda le gustan los ritmos producidos por los negros de Huehuetán, Cuajinicuilapa y Pinotepa, que esto de negros es una forma de distinguir que no son amuzgos, aunque bien se sabe por estos rumbos que todo negro tiene una madre o abuelo indio y comparte sus costumbres y que si se han unido para formar matrimonios, familias y sociedades pues con más razón ritmos musicales.

Ya es de noche y en esta oscuridad, Nanda ya no está triste, ni enmuinada; tiene la luz de los Donnys y por supuesto, la insustituible luz del Internacional, del original Mar Azul y con esta luz mágica ha viajado desde Acapulco hasta su tierra amuzga, se siente de nuevo en casa, en familia. Puede mirar a sus seres queridos, a los mismos que mira en sus sueños y en los que piensa todo el tiempo aunque... esté lejos.