sábado, 20 de junio de 2009

Diablo, genio, mago: Wes Parks

Por lo menos en el silencio hay dignidad.
Frank Yerby

No sé qué es más importante ¿escribir o leer? No sé si valdría la pena hacer este tipo de preguntas, poniendo en una balanza de valores ambas acciones. Escribir es una necesidad y leer, con el tiempo puede convertirse en un hábito que genera adicción por el gran placer que causa, sobre todo cuando de buenos libros se trata.

El escribir me parece un acto de autoestima, pues plagiando a Eduardo Galeano, todos tenemos algo que decir. El leer también lo implica, considerando el hecho de que los seres humanos tenemos derecho al placer mediante la lectura, no obstante, me parece además un acto de humildad, reconocer que somos ignorantes y tenemos mucho que aprender independientemente de nuestra edad, nuestro nivel académico o clase social. Callarse, guardar silencio en plena actitud de escucha a ese otro que desde el papel -original o fotocopiado- nos habla para compartirnos su mundo.

Dejarse provocar por el otro, viajar con él, dejarse guiar, sin miedos, sin prejuicios, para reafirmar la propia identidad, para cuestionar nuestro propio mundo. Leer, implica establecer una relación muy íntima entre el autor y el lector a través de un texto. Leer, me parece una resistencia pacífica, inteligente y por lo mismo activa, toda ella generada en el silencio, libros y silencio. Vale más eso que cientos de discusiones estériles que no llevan a ninguna parte y en el último de los casos dejan úlceras en el estómago y el alma apaleada por tanta desilusión.

Varias veces he sostenido, que si bien no soy una mujer con talento, en la vida he tenido la fortuna de toparme con personas valiosas que además de su amistad, me han prestado algunos libros sumamente placenteros. El reto más grande hasta ahora, han sido estas dos novelas de Frank Yerby tituladas: Negros son los dioses de mi África y Mis dioses han muerto en Mississippi; cuyo personaje principal, Wesley Parks (nombrado así por sus amos en el Sur de los Estados Unidos) es un líder africano del pueblo de Dahomey, orgulloso de sus raíces y de sus ancestros a los que se aferra para poder sobrevivir todos aquellos conflictos que se le van presentando desde su tierra de origen, entre los suyos; hasta lograr alcanzar la libertad huyendo de sus amos, propietarios de plantaciones en el Sur de la Unión Americana.

En Negros son los Dioses de mi África, Frank Yerby nos muestra de manera minuciosa y poética un pedazo de África a través de la sociedad dahomeyana, en la cual el personaje principal es portador de varios nombres: Nyasanu, Hombre entre los hombres, Dosu, Los Mellisos en Uno Solo. Agausu, el que Llega a Este Mundo con los Pies Primero. Hwesu, aquel cuyos Ojos Miran al Sol, el que Glorifica lo que mira. Gbokau, el Ahogado por el Cordón de la Vida. Kesu, el Nacido con la Placenta de la Profecía.
Nombres todos despojados desde el momento en que es capturado por mismos africanos para ser vendido primero a traficantes europeos y después a norteamericanos, quienes lo llamarán Wes, Wesley Parks.

Su vida en esta parte del mundo, será narrada en Mis dioses han muerto en Mississippi
Y al llegar ahí, en un principio Wes guardará silencio para tratar de entender esa forma de esclavitud tan distinta a la ejercida en su país de origen, usará la inteligencia aprendiendo todo cuanto sea necesario para proteger su espalda del látigo. Porque Wes insiste en ser tratado con respeto, en cuestionar a sus amos, en hacerles entender que el color no otorga superioridad o inferioridad a alguien, insiste en desear -a diferencia de sus demás compañeros- una mujer negra como la noche sin estrellas salvo las dos que habrá en sus ojos cuando me mire. Aunque al final, entenderá que la necesidad de pertenecer al otro, el amor, supera todos los ideales de belleza que cualquier cultura pueda tener.

Y por todas estas cosas, por no permitir que los blancos, sus amos, esclavicen su mente y su corazón, será llamado:
¡Diablo, genio, mago, maldito hechicero negro, hijo de mala madre!

Ambas novelas denotan una verdadera investigación por parte del autor, en lo referente al contexto en el cual se desarrolló la esclavitud de africanos por parte de los europeos hasta poco antes de la guerra de Secesión en Estados Unidos. Frank Yerby nos ofrece un viaje intenso y ameno, lleno de ternura, erotismo, suspenso e ingenio, logra transportar al lector a esos paisajes y situaciones que describe, dejándolo en esa atmósfera incluso sin tener el libro en sus manos.

Las horas pueden pasar rápidamente leyendo estos dos textos y al llegar a la última página nos deja con una angustiada pregunta en el alma: ¿en serio no habrá una tercera parte, una tercera obra más sobre Wes Parks?

El personaje del orgulloso Wes resulta inspirador en todo momento, nos demuestra que siempre hay caminos para defender la dignidad humana cuando tenemos claro quiénes somos, pues a pesar de todas las dificultades, Wes vivió su fa, su destino, de manera activa, haciendo uso de su ingenio africano, porque él nunca se olvidó de sus ancestros y sus ancestros nunca lo abandonaron.

Hay momentos para escribir, hay momentos para leer, mi fa, mi destino, me dice que tengo derecho al placer que viene de los libros, a resistir intensamente guardando silencio, a callar con atención, a encontrarme con el mundo de ese otro para cuestionar el propio, a dejarme guiar… Por lo menos en el silencio hay dignidad.